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Cuarto Domingo de Cuaresma

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“Un texto de Revelación: Jesús se revela a los que han quedado afuera”

En este cuarto domingo de Cuaresma la Liturgia nos revela una de las consecuencias más fuertes del paso de Jesús por la vida de los hombres y, particularmente, de un munido cerrado que se resiste a la llegada de la novedad del Evangelio. Hoy tenemos un Evangelio de revelación. Ante Jesús se presenta un ciego de nacimiento, a quien Jesús le da una orden: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado.» El ciego es invitado a sumergirse en una piscina que simboliza al mismo Jesús, quien para el evangelista San Juan es el enviado del Padre; el ciego es inviado a sumergirse en Jesús para llegar a recuperar la vista, para hacer de Jesús la luz de sus ojos.

El ciego curado se convierte en un escándalo. Sus mismos paisanos dudan de su curación, y los fariseos intentan ponerlo a prueba para que revelara el origen de su curación. Al insistir que el que lo había sanado era un profeta, era el mismo Jesús, los fariseos lo expulsan de la sinagoga, y al salir expulsado se encuentra afuera con Jesús quien le revela su auténtica identidad, como mesías, ante quien el ciego curado se postra ante él. Este relato puede significar una piadosa narración de una curación de un ciego que se encuentra con Jesús, pero sin embargo creemos que invita a profundizar un poco más. Jesús había sido expulsado del Templo en el capito 8 a causa de su discurso sobre Abraham, se había convertido en un marginal, expulsado del centro de la vida religiosa de su pueblo. Al ciego lo expulsan de la sinagoga a causa de su imposibilidad de expresar con claridad lo que le había pasado, y al ser expulsado de la sinagoga se encuentra con Jesús. Este encuentro entre dos expulsados se da en un lugar impreciso, cuyo único punto de contacto es la palabra de Jesús, único y necesario, su Palabra.

La Iglesia de la comunidad joanica, en el siglo I, reflexionó muy fuertemente sobre la condición de aquellos que, por algún motivo u otro, por abrazar la radicalidad de la fe o por no amoldarse determinadas clausulas humanas comunitarias. La Iglesia de los expulsados es una condición de nuestra fe, la fe de Jesús abraza el corazón de los marginados, de los que quedaron afuera porque no los han dejado entrar o porque les han hecho creer que no había lugar para ellos por ser indignos. Esta herida tan profunda en nuestra iglesia es asumida por el mismo Señor en la Cruz, cuando abre los brazos en su entrega final para guardar en el corazón de Dios a todos, incluso a aquellos que lo expulsaron de la vida.

El Papa Francisco, en el marco de este tiempo que nos toca vivir, nos ha recordado una y otra vez la necesidad de una Iglesia de puertas abiertas, donde se haga eco de los reclamos mas profundos del corazón humano, reclamos que solo pueden encontrar respuesta en el corazón del mismo Señor Jesús. Pedimos especialmente, hoy día de San José, y junto a María de Lujan, que el Señor sea para nuestros ojos la luz del mundo, para ver como el ve y no nos cerremos ante la diversidad, no nos enfermemos de soberbia y tengamos el corazón abierto para recibir a todos y a todas sin prejuicios, sabiendo que solo el amor lograra convertir lo muerto en vida.

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Buenos Aires (Luján), domingo 19 de marzo de 2023. Cuarto Domingo de Cuaresma.

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P. Sebastián Ríos

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