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Domingo de las Ascensión del Señor

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Celebramos hoy el domingo de la Ascensión del Señor, fiesta que nos va llevando de a poco al final del tiempo en el que extendimos la celebración de la Pascua. Esta fiesta nos revela de a poco también nuestro propio fin, el punto de llegada de nuestro camino. Me quedo entonces con tres palabras: PROFECIA- PROMESA- PRIMEREA.

PROFECIA: Al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas, nos hace una pequeña introducción en la que nos dice que, en su primer libro, su Evangelio es como un prefacio, algo que esta antes de los hechos, nos fue contando lo que hizo Jesús en su camino. Desde el comienzo hasta el día en que subió al cielo. El camino de Jesús, su vida, su Pascua y su ascensión, son como una profecía también para nosotros. Nos van revelando algo que, como miembros de su cuerpo vamos a vivir. El mismo Dios que “lo resucito de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha”, también nos llamará a nosotros, que, si hemos sido bautizados con él, creemos que viviremos para siempre con Él. Junto a Dios, en el cielo, un hombre, Jesús, como profecía de nuestro destino final, para indicarnos que, si la Resurrección nos había llenado de alegría, mayor será nuestra alegría al contemplarlo cara a cara un día.

PROMESA: Esto que vamos viviendo, esto que estamos invitados, además de ser una profecía, esconde una promesa: recibirán el Espíritu Santo. Él nos hará vivir también a nosotros lo que Jesús vivió, porque nos meterá de lleno en su vida, en su cuerpo, del cual el mismo Jesús es la cabeza. Pero no solo el Espíritu es promesa, sino también su compañía incondicional: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Promesa de una presencia que se da de muchas maneras: en la Eucaristía, en su Palabra, cada vez que lo celebramos, en nuestra misma presencia: “donde dos o tres se reúnan allí estaré”. No tenemos por qué sentirnos solos en el caminar. Jesús está con nosotros, Jesús camina a tu lado, caminamos juntos, unos con otros. Y también encontramos la promesa final “el vendrá” nuevamente.

PRIMEREA: Sin embargo, la profecía y la promesa serian dos acciones vacías si nos quedamos solamente mirando el cielo como nos dice la primera lectura: “Lo vieron elevarse” “su mirada permanecía puesta en el cielo”. Hemos recibido de parte de Jesús un envió, una misión: “sean mis testigos” “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Nuestra fe, no nos puede dejar inmóviles, maravillados por un espectáculo. Nos pone en movimiento, nos invita a dar a conocer aquello que hemos visto y oído. El que había sido enviado de parte de Dios, nos envía ahora a cada uno de nosotros: “pero padre, ¿qué voy a poder hacer yo, si no se…? Con tu vida. Anuncialo con tu vida.

Alegrémonos con esta fiesta. Fiesta que es recuerdo de que somos primereados en el camino y vemos como una profecía nuestra vida junto al Padre, disfrutemos de la promesa que Jesús nos hace: Él nunca nos dejará.

Quiero también hacer una importante mención en ocasión de la 57° Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, cuyo lema de este año nos anima a “Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef 4,15)”. Saludamos a todas aquellas personas que honran las profesiones al campo de la comunicación, pidiendo a nuestra Madre de Luján su siempre inspiración y guía para las buenas prácticas.

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Buenos Aires (Luján), domingo 21 de mayo de 2023.

P. Mario Roldán

Santuario de Luján

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Podes descargar este material e información; por la que agradecemos su difusión, disponible en PDF debajo:

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