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Durante todo este tiempo de cuaresma fuimos preparando el corazón para que pueda encontrarse en esta semana que comienza con el amor de Dios manifestado en su pasión, muerte y resurrección para la redención de toda la humanidad.
Esta es la semana más importante del año litúrgico, es la que da sentido a aquello que creemos, ya que si Cristo no resucitó vana es nuestra fe (cf. Cor 15,17). En estos días estamos invitados a contemplar el momento más dramático y gozoso de la vida de Jesús, su entrada triunfal a Jerusalén, y luego pasión, muerte y resurrección. Nuestra vida es iluminada mediante este camino pascual, y los dolores, enfermedades, dificultades, etc. cobran otro sentido teniendo en el horizonte al resucitado.
El Domingo de Ramos la Iglesia conmemora la entrada de Cristo en Jerusalén para consumar su pascua. Por esta razón, en todas las celebraciones se recuerda el ingreso del Señor por medio de la procesión de ramos o entrada solemne a la Santa Misa. [1] Rememorando este momento dejamos que se actualice en nuestro corazón, la certeza que alegra nuestra vida, saber que Jesucristo es el Señor y está entre nosotros, que ha venido para la salvación del mundo entero, y por eso con todo el pueblo nos alegramos y llenos de gozo decimos ¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! (Lc 19,38).
La alegría de este día nace de la esperanza que brota de un corazón que anhela por un lado alcanzar la eternidad, y por otro vivir en esta vida en la paz que Dios nos anticipa como participación del gozo celestial. Jesucristo el Mesías es la respuesta a estos dos grandes anhelos del hombre.
Entre los textos que escucharemos en toda la celebración, empezaremos con la alegría de la entrada triunfal del Mesías esperado, que narra el Evangelio según San Lucas, y a continuación, dentro de la liturgia de la Palabra se proclamará la Pasión de Cristo. Estamos invitados a experimentar la tensión propia entre la alegría que produce la entrada del mesías esperado y la tristeza de su muerte en cruz como el peor ladrón.
Contemplar las alegrías y tristezas del Señor, vividas por Él con la mansedumbre propia del cordero inmaculado que va camino a entregar su vida, confiado en la voluntad del Padre, nos lleva a cuestionarnos interiormente, ¿en quién hemos puesto nuestra confianza, si es que la desesperanza toca nuestra puerta? ¿Cómo vivimos los momentos de tensión en nuestra vida? ¿A dónde se dirige nuestra mirada en los momentos de dificultad? ¿Hemos recibido a Jesús en nuestra vida para que reine nuestros corazones?
Pidámosle a la Virgen de Luján que en estos días tan importantes podamos estar aferrados a su mano como hijos, para poder acompañar a Jesús de cerca y así descubrir en este momento de su vida la clave pascual que plenifica la nuestra.
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Referencias:
[1] cf. Misal Romano, pág. 225
Buenos Aires (Luján), domingo 13 de abril de 2025.
Domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa 2025.