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Cuando el encuentro con el Pueblo peregrino reanima nuestras vidas

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Dentro de unos días tendremos la gracia de participar de la 48° peregrinación juvenil a Luján bajo el lema Madre míranos con ternura, queremos unirnos como Pueblo”. La peregrinación es una nueva ocasión para renovar nuestra fe y nuestra esperanza. Dos virtudes que creo están siendo probadas en este tiempo que vivimos.

Nuestro tiempo este marcado por un sentimiento de incertidumbre y desazón. no hace falta explayarnos al respecto. Solo con mirar nuestras familias o charlar un rato con alguien y nos damos cuenta de que estos sentimientos están en el ambiente. Se tiene la sensación de no saber a dónde se va. Falta esa pisca de condimento que permita ver que las cosas tienen otro gusto. En medio de esto, y luego de 2 años de pandemia, aparece la peregrinación a Luján y con ella nos renovamos.

El padre Lucio Gera, uno de los grandes teólogos de la Argentina, decía que el Pueblo de Dios se manifiesta en los eventos y la peregrinación es por excelencia esto: un evento que manifiesta al Pueblo de Dios. La imagen de la marea de peregrinos avanzando hacia Luján genera algo que enciende nuestro corazón. Esto tiene algunas implicancias que me gustaría proponerles ver.

¿Porque me parece importante esto que el Pueblo se manifieste? Porque el Pueblo de Dios, como lo piensa la Iglesia en el concilio vaticano II, es donde se da la Iglesia. La Iglesia es el santo pueblo fiel de Dios. En la Iglesia vivida de esta manera encontramos la presencia de lo Divino. Existe un nexo particular entre la Iglesia y Cristo. Es allí, en el Pueblo peregrino donde descubrimos la presencia de Jesús que sana, consuela y anima. Dios se manifiesta en nuestras vidas compartidas con otros. Dios está cuando caminamos juntos. Esta es una verdad de la peregrinación. No sabemos por qué, no sabemos cómo, pero caminando, o viendo caminar a nuestro Pueblo, nos encontrarnos con Jesús. Fortalecemos y reavivamos nuestras esperanzas tanto que nos animamos a gritar: ¡El Señor de la Vida está con nosotros!  Creo que por esto la peregrinación es un evento esperado; y aunque sea sacrificado y cansador, no lo dejamos de hacer. Sabemos que la Virgen nos llama y nosotros, sus hijos, no podemos decirle que no.

Disculpen que vuelva a insistir, pero creo que es necesario. La peregrinación nos renueva.  Este es un año particular. Necesitamos caminar, necesitamos sentir la presencia de Dios. Necesitamos dar sabor a nuestras vidas y la de nuestros hermanos. Participar de la peregrinación es sentir el soplo del Espíritu Santo que recrea y santifica.

Hay algo que se exige a los cristianos de hoy. Que seamos testigos. Me gusta mucho una frase del papa Pablo VI que se ha hecho una referencia clásica y nos sigue iluminando: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, y si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio” (EN 41). Caminando juntos como lo hacemos a Luján da testimonio. Testimonio de fe y de esperanza. De que no todo está perdido. Testimonio de que, si dejamos de pelearnos y, aunque distintos, nos ponemos en un camino común guiados por nuestra Madre la Virgen llegaremos a los puertos deseados.

La Virgen de Luján, de al que estamos próximos a celebrar sus 400 años, nos ayude a caminar como Pueblo, encontrarnos con Jesús, reanimar nuestro corazón y nos enseñe a dar testimonio que la unidad es algo posible para todos. Como dice francisco, “nadie se salva solo”. En esta barca estamos todos juntos.

P. Lucas Garcia

Rector Santuario de Luján

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