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El rechazo al sufrimiento, al dolor, es algo muy propio de los tiempos en que vivimos y sin embargo tienen que ver con nuestra realidad, con la misma vida humana, ya sea que la experimentemos nosotros o que la padezcan aquellos que nos rodean.
Todos los días podemos ver como el sufrimiento humano escala a dimensiones inauditas por la guerra, el hambre, la exclusión y el desinterés de un mundo que antes que ayudar prefiere mirar para otro lado.
¿Qué respuesta podemos encontrar entonces frente a esta realidad a la luz de nuestra fe? ¿Es acaso nuestro sufrimiento algo ajeno a nuestro Dios Padre?
Si por algo podemos identificarnos con Jesucristo es por su sufrimiento, que no se diferencia en nada del nuestro:
Sufre junto a la viuda de Naim al ver muerto a su único hijo.
Sufre junto a Marta y María por la muerte de su amigo Lazaro.
Se apiada de las multitudes que lo buscan porque eran como ovejas sin pastor.
Sufre por la humanidad entera de manera total y definitiva al ser clavado en una CRUZ, transformando para siempre un elemento de tortura y muerte en INSTRUMENTO DE SALVACION.
Así es todo en nuestra fe, signo de contradicción en el mundo. Allí donde algunos pueden ver fracaso, desesperanza y muerte, nosotros estamos llamados a confiar en la esperanza y la vida como las promesas de aquel que dio la suya para que nosotros la tengamos en abundancia para siempre.
La CRUZ entonces se transforma en un signo de triunfo sobre la muerte, el triunfo definitivo de la vida en plenitud y que observamos a ver a Jesucristo resucitado. Como nos dice San Pablo “Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección” [1], esa es nuestra fe, una fe que es capaz de darle esperanza a la misma muerte; una fe que nos permite unir nuestro sufrimiento al de Jesús para la salvación del mundo.
No podemos cambiar lo que nos pasa, pero podemos darle un sentido, ofreciendo nuestro sufrimiento a la CRUZ de Jesús para la salvación del mundo. Que increíble misterio de amor; un Dios que siendo todopoderoso elige sufrir junto a nosotros para demostrarnos su amor, su fidelidad, su estar con nosotros siempre.
Esta fiesta que hoy festejamos tiene que ver con todo esto, con exaltar un instrumento por medio del cual Cristo nos alcanza la salvación de la muerte, dándonos su vida para que nosotros tengamos vida eterna.
Jesús mismo nos dice “Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mi” [2], su muerte es entonces nuestra Vida, su cruz nuestra salvación.
Que esta fiesta de la EXALTACION DE LA CRUZ nos ayude a comprender que toda vez que tomamos una cruz en nuestras manos, acariciamos un crucifijo o lo besamos buscando una respuesta a nuestro dolor, Jesús es quien nos acaricia y besa invitándonos a resucitar con él.
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[1] Rom 6, 5
[2] Jn 12, 32
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