.
En cada tiempo de la historia, la libertad de los hombres y mujeres que peregrinan en el tiempo, se ha constituido en uno de los dones mas preciados. Ser libres, y más aún, percibirse personas libres, nos abre a la conciencia de que estamos en condiciones de descubrir los grandes tesoros de nuestra vida. La libertad es, en definitiva, el gran regalo que nos ha traído Jesús con su entrega por nosotros (cf. Gal 5,1). Y por será algo tan sagrado, la libertad se encuentra permanentemente amenazada. La esclavitud, las esclavitudes, particularmente de nuestro tiempo, atentan contra este inapreciable don. La violencia, el odio, las adicciones, la depresión, las formas de incertidumbre social ocasionadas por la falta de trabajo, de acceso a la salud, de marginalidad, generan una profunda crisis en cada hombre y mujer que intenta luchar por su dignidad y, por consiguiente, por su felicidad.
Queremos ser libres, queremos ser felices, queremos experimentar lo hermoso de la vida, queremos sentirnos amados y amar. La libertad es condición para esto. Ahora bien, el Señor nunca nos deja solos, siempre esta atento a nuestros gritos de dolor que claman libertad. A partir de aquí, esos gritos de libertad que emergen de lo mas profundo del barro de nuestra historia, son siempre escuchados por Dios. El Señor nos ha regalado a María para que, siendo ella quien experimento antes que nadie ser liberada por Cristo desde el momento en que Dios la soñó para ser la madre de Jesús, pueda ayudarnos a ser libres.
Por eso, en este día 24 de septiembre, la Iglesia celebra con gran alegría a Nuestra Señora de las Mercedes (de la “misericordia”). Esta advocación mariana, como todas las advocaciones de la historia, nos abre a descubrir un auxilio muy particular de la Virgen en tiempos de profunda angustia y oscuridad. A principios del Siglo XIII, en España, se vivían tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos a África. Un hombre, llamado Pedro Nolasco, movido por amor a estos esclavizados, empezó a vender sus bienes para comprar los esclavos a fin de devolverles la dignidad de libres. Pero los recursos son acabaron. En una noche de oración, cuentan los relatos, en la noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y le comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. Nace así la orden de los Mercedarios. La virgen les regala la gracia de poder misionar en tierras d esclavos predicando la libertad e, incluso, ofreciéndose ellos mismos como intercambio por los esclavos.
La Virgen de las Mercedes, desde este momento, se constituye en el símbolo de la libertad de los cautivos, redentora de los cautivos. En nuestro país, la Virgen de las Mercedes suscita una gran devoción, siendo “generala” del ejército, habiendo recibido en sus manos el botón de mando que el mismo Belgrano dono luego de la campaña al mando del ejercito del norte en seis campañas de Salta y Tucumán, resguardada en la localidad de San Miguel de Tucumán. Por otro lado, en nuestra arquidiócesis, la Virgen de las Mercedes es la patrona y cabecera de la Catedral Metropolitana, siendo su intercesión y modelo lo que movió a los blandengues del signo XVIII a ponerla al frente de las fronteras con el indio, donde la necesidad de liberar cautivos se volvía imperiosa.
Pidamos, en este día, a nuestra Virgen de las Mercedes que nos ayude a liberarnos de nuestras esclavitudes, y a poder gozar profundamente del don de la libertad, cuyo fruto es la paz y la concordia de los pueblos. María de las Mercedes, ruega por nosotros para ser liberados de la violencia, del odio, de las drogas, de la trata de personas, de la instrumentalización de los hombres y mujeres, de las desigualdades e inseguridades. Ruega por nosotros a tu hijo Jesús. Amen.
.
Podes descargar esta información; por la que agradecemos su difusión, disponible en PDF debajo:
.