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María, Madre de la Iglesia

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Un día después de Pentecostés, el día en que el Espíritu Santo prometido por Jesús vino a habitar en el corazón de la Iglesia, recreando el mundo a través del nuevo testimonio de amor que la comunidad creyente cristiana comienza a contagiar, la Iglesia celebra a Maira como Madre de la Iglesia.

El concilio vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium nos recuerda: “Como enseñaba san Ambrosio, la Madre de Dios es una figura de la Iglesia en el orden de la fe, la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (n. 63). La Madre de Dios es propuesta como figura de la Iglesia, que, por el Espíritu, nos regala a todos, siendo Iglesias al ser piedras vivas que edifican el edificio de la fe en la comunidad, nos permite descubrir en María como “Madre de la Iglesia, esto es, de todo el pueblo cristiano, que la llama Madre amorosa”, tal como lo recordó San Pablo VI. La fuerza del amor es la única fuerza capaz de unir, de convocar, de atraer a todos los hijos e hijas de Dios dispersos, que nos motiva a vivir, experimentado el amor de María, el mismo amor que estamos llamados a dar.

María como Madre de la Iglesia nos vuelve a recordar que, bajo la mirada de la Madre, nos sentimos todos y todas cobijados y cuidados, motivados a no bajar los brazos, en el sentir con toda la comunidad. María estaba rezando con los Apóstoles en Pentecostés, y allí, en ese cenáculo de oración en espera del Espíritu, supo “primerear” en su oración al mismo Espíritu que, al tocar su corazón, la llevo a ser causa de unidad para todos, especialmente para nuestro pueblo latinoamericano, quien encuentra en la figura de María un gran factor de unidad en la fe.

Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de María, Madre de la Iglesia, quien vivo en perfecta unión con Jesús, como nosotros también nos sentimos unidos a Jesús, muy unidos a Jesús, gracias a la unidad de María con el Señor. Dejemos que María nos mire, que mire a toda la Iglesia del Señor y nos guarde en esos ojos misericordiosos, que solo saben mirar con amor. Que María de Lujan, esperanza de nuestro pueblo, nos anime a caminar juntos al encuentro de Jesús, nuestra salvación uy nuestra alegría.

“María Madre de la Iglesia ayúdanos a encomendarnos plenamente en Jesús, a creer en su amor, sobre todo en tiempos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe está llamada a madurar” (Francisco)

P. Sebastián Ríos

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