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Queridos hermanos y hermanas:
El inmenso misterio de la navidad nos llega en esta noche buena. Misterio que se reviste de amor y ternura. La Navidad nos recuerda que Dios, en su infinito amor, quiso hacerse pequeño para habitar entre nosotros, trayendo luz en medio de nuestras oscuridades y paz en nuestros corazones. Jesús llega para ser la prueba más grande del amor de Dios.
El misterio de la Navidad nos invita a mirar a Dios entre nosotros. El mesías prometido, el mesías anunciado, el mesías esperado, es puesto en el pesebre por los brazos de María y bajo la atenta mirada de José. San Juan de la cruz llama a este misterio, en su poema del nacimiento, el desposorio. Dios irrumpe en la historia y concreta la alianza que había hecho con el pueblo de Israel y con toda la humanidad. En ese mismo poema se ponen dos cosas insólitas que pasan y se hacen realidad en el nacimiento. Por un lado “el llanto del hombre, en Dios” y por otro “en el hombre, la alegría”.
De esto se trata el misterio de la navidad, del amor que cambia todas las cosas. Dios asume nuestra humanidad hasta llorar como nosotros, y no solo llorará, también dará su vida en la cruz. La contrapartida de su llanto es justamente nuestra alegría. La salvación se hace realidad en Jesús.
En cuanto a nosotros, el misterio de la navidad nos invita a pensar que no importa donde estemos, cual es nuestra situación personal y particular. Todo lo hace nuevo el amor. Jesús es eso, el amor de Dios que nos desposa y nos renueva regalándonos la alegría. Siempre se puede volver a empezar afianzados y enraizados en este amor de Dios.
Si les tendría que desear algo para esta Navidad, les desearía esto: que el amor de Jesús, Dios hecho hombre, inunde el corazón de todos ustedes y los renueve. La vida siempre es una aventura, nunca se sabe a dónde vamos a ir y que nos va a pasar. Pero sabemos que si Dios viene con nosotros cualquier cosa podemos afrontar. Que Jesús nazca en ustedes y que sientan esa ternura de amor que reconforta.
Desde este Santuario, al amparo de la Virgen de Luján, donde tantos fieles depositan sus sueños, sus dolores y sus esperanzas, elevamos nuestras oraciones por cada uno de ustedes. Que el Niño Dios renueve en sus hogares la alegría de saberse amados por Él y les conceda un año nuevo lleno de bendiciones.
Con profundo afecto en Cristo, los bendecimos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo!