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Ofrenda agradable

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Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (10, 21-24)

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!

¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».

Palabra del Señor.

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La revelación del evangelio a los humildes; así titula a este evangelio el Libro del Pueblo de Dios de la fundación Palabra de Vida, la revelación de Jesucristo a los humildes, a los pequeños como los llama el Señor. Hoy sin duda es Maria de Lujan la que nos muestra a su hijo, ella misma es la pequeña que nos atrae con su sencillez para mostrarnos a su hijo y revelarles de este modo el evangelio a los humildes.

Sin duda así lo entienden los cientos de miles de personas que durante todo el sábado primero y parte del domingo 2 de octubre han venido a Lujan para encontrarse con Maria. Los sabios y prudentes quizás solo puedan ver una imagen centenaria justo allí donde los pequeños que llegan extenuados lloran de emoción frente a la imagen de su madre.

Nosotros, todos los que trabajamos en el santuario, y que, de un modo u otro, pretendemos ser discípulos suyos, discípulos de Jesús y servidores de la servidora, solo podemos dar gracias por la tarea que nos toca. Felices por ver lo que podemos ver aquí en el santuario. Un encuentro personal, íntimo, fiel y amoroso que solo puede darse entre una madre y sus hijos. Aquí estamos madre, en tu casa, a tus pies recibiendo a tus hijos.

¿Cuántas serán las historias, los dolores, las angustias, las penas, los sufrimientos y también las alegrías que vienen a quedar a los pies de Maria de Lujan? Cada mirada que se eleva a esa pequeña imagen de barro cocido lleva, como las ofrendas del altar en la misa, todo lo que son; cada peregrino se entrega a si mismo como una ofrenda agradable a esos ojos misericordiosos de los que habla la oración.

Sorprende al espiar entre las muchas oraciones que han dejado los peregrinos, que todos y cada uno, casi sin excepción, comienzan dando las gracias. Y como en una nueva bienaventuranza de hoy podemos preguntarnos, gracias ¿porque? ¿Por lo mucho que nos cuesta llegar a fin de mes? ¿Por mis hijos que no encuentran trabajo? ¿Por aquellos que han caído víctimas de la droga? ¿Por mis enfermos, por mi enfermedad, por la muerte de algún ser querido? De ninguna manera, la respuesta a todo eso se lo dejan a ella. Las gracias son para ella, porque ella siempre está, porque ella siempre escucha, recibe y consuela.

Aquí en Lujan todos juntos podemos decir: a ti Madre, que a pesar de una vida que a veces se muestra sufriente, tu pueblo fiel viene a darte las gracias y ofrecerte su vida así como es, así como se presenta, porque sabemos que bajo tu manto lo mejor siempre está por venir.

A nosotros desde el santuario solo nos queda también dar gracias, en especial a los peregrinos que nos permiten ser testigos de este encuentro íntimo entre ellos y la que con la sabiduría del amor reconocen como su madre.

Virgencita de Luján, ruega por nosotros.

Ing. Diego Ocampo
Rector Administrativo
Santuario y Basílica Nuestra Señora de Luján
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