.
El testimonio de los Hechos de los Apóstoles nos dice que la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés trae sobre la multitud de pueblos y culturas el inapreciable don de la unidad. A pesar de las diferencias de lenguas, todos pudieron proclamar las maravillas de dios de modo tal que hubo un entendimiento total. Por otra parte, este don de la unidad nos abrió a una experiencia comunitaria extraordinaria, cuando se descubría en las comunidades primitivas esa unión a partir del amor que se tenían entre sus miembros. Ese es nuestro horizonte, el amor que hace a la unidad que el espíritu nos regala. Eran un solo corazón y una sola alma estos cristianos que se descubrían amados por Dios e impulsados por el Espíritu a amar según el estilo de Jesús, amar dándolo todo. Este hermoso testimonio comunitario de los orígenes cristianos es hoy una certeza que anima nuestra esperanza a seguir intentado construir la civilización del Amor.
.
.
Esta es la obra máxima del Espíritu. En la última cena, según lo retrata el evangelio según San Juan, Jesús oro al Padre pidiendo este don: “que todos sean uno” (Jn 17,21). Este es el sueño de Jesús, la unidad, y esta unidad que nos descubre como hermanos, es la suplica que en esta fiesta de Pentecostés pedimos como iglesia peregrina del Santuario. El Espíritu Santo, con sus 7 dones sagrados, nos abre a descubrirnos parte de una familia, de una comunidad, de un pueblo nuevo, que nos unifica y nos lleva de la mano de Jesús al Padre.
Este año, al cumplirse los 50 años de la Peregrinación a pie, nos une una única intensión: la unidad. A María de Lujan, el pueblo argentino trae su oración y su corazón pidiendo la unidad, el fin de la violencia y de la grieta, el fin del individualismo y de las búsquedas mezquinas. Buscamos nuevos horizontes de paz, buscamos abrir el corazón al Espíritu Santo para que haga fecundo nuestro trabajo por la comunión y por derribar los muros que no separan. Una experiencia muy profunda de unidad que se advierte en el Santuario esta dada por la diversidad de manifestaciones culturales y de lenguas que llegan a poner sus vidas a los pies de María, la diversidad de estilos celebrativos que imprimen novedad en la unidad de la liturgia, la diversidad de cantos, de maneras de expresar la Palabra, como así también las diversas expresiones de las necesidades del corazón que quedan plasmadas en los cuadernos de las intenciones.
Elevando nuestra oración en esta Solemnidad de Pentecostés, que concluye el tiempo pascual y nos abre al tiempo durante el año, este tiempo en el que la Iglesia nos invita a contemplar los misterios de la Vida de Jesús, nos unimos a los pies de María Lujan, quien estuvo presente en aquel día en el cenáculo de oración con los Apóstoles, para pedir con urgencia e insistencia por la paz y la unidad en nuestro país. Nuestra Señora de Lujan, Madre del Pueblo Argentino, ruega por nosotros.
.