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Cuando tenemos por delante un evento importante o tenemos que recibir a alguien muy querido en nuestra casa, nos preparamos, nos preparamos bien. Si se trata de algo en casa ordenamos y limpiamos hasta el último rincón, quizás ponemos flores o adornos nuevos y podemos incluso hasta perfumar la casa; de esta forma damos a entender lo mucho que nos importan aquellos o aquella persona que va a venir. Para todo aquello que realmente nos importa nos preparamos de verdad.
Adviento es una palabra que quiere decir “venida” “el que está llegando” y es un tiempo que nos propone la Iglesia, cuatro semanas, de preparación para la celebración de la navidad. Ese tiempo que cuando somos chicos nos maravilla por la alegría, el color y ese perfume de fraternidad que se respira en el ambiente que nos hace esperarlo con ansias; ese momento único en el año donde parece que el cielo se instala en la tierra.
Los eventos lindos, los más importantes en general, cuanto más se preparan mejor se disfrutan; quizás porque al meditarlos podemos comprenderlos dentro de nuestra propia vida. Adviento es un tiempo ideal para dejar las mochilas que nos pesan en manos de este Jesús que viene acercándonos al sacramento de la reconciliación.
Toda la liturgia de este tiempo nos invita las primeras dos semanas del adviento a reflexionar sobre la segunda venida de Jesús, a quien llamamos con ansias en cada misa, ¡¡todos juntos diciendo “!!ven Señor Jesús!!”. Luego nos ayuda a contemplar su primera venida en Belén de Judea y de algún modo al pesebre de nuestro corazón.
Todo el adviento es un tiempo para reflexionar por sobre todas las cosas en la venida de Jesucristo a nuestra vida, nuestro hogar, nuestro tiempo en la historia y cuanto bien nos hace su protección y compañía. No se trata de un amuleto mágico que nos salva de nuestros problemas o dolores, sino que es algo mucho más real y comprometido. Se trata de una persona de verdad, que nace vive crece y muere como uno de nosotros, pero que a su vez resucita y nos llama a resucitar con El, comparte todo lo que hay de humano y divino en El con nosotros para darnos vida para siempre.
Dios se ofrece a nuestra vida todo el tiempo de todas las formas posibles y como sea que podamos entender, de la manera en que podamos recibirlo. Ha venido como un niño, recién nacido, envuelto en pañales. Se entrega a nosotros en la mesa de la misa todos los días en todo el mundo y ha de venir con toda su gloria al final de los tiempos, a buscar a los suyos, a todos los que creen que el quiere y puede salvarlos. Pero por sobre todas las cosas quiere hacerse presente en tu vida, nuestra vida, para que la vivamos junto con El, con Jesucristo el Señor de la historia.
Adviento es un tiempo precioso para que aparte de pensar la fiesta de nochebuena, preparar nuestra casa armando un pesebre y un árbol de navidad, conseguir los regalos que podamos para aquellos que queremos y muchas otras cosas más, sea un tiempo para descubrir cual es el regalo que queremos hacerle a un Jesús que viene a nuestra vida. ¿Cuál te parece que puede ser un regalo que reciba con alegría? ¿Cuál será el regalo que le guste más?
Quizás si aprovechamos este tiempo lindo que nos propone la Iglesia para pensarlo bien, podamos descubrir que no hay mejor regalo, no hay mejor ofrenda para Nuestro Señor que viene, que tu propia vida, nuestra propia vida. Las alegrías y sonrisas de nuestro hogar, los encuentros con amigos, las celebraciones por los logros conseguidos, pero sin olvidar también nuestras horas largas de trabajo agotador, nuestras tristezas profundas de una vida que a veces se hace difícil o nuestro dolor frente a la enfermedad o la muerte. De esta forma la nuestra será una entrega sincera de lo que somos, todo lo que somos, así tal como somos, el mejor de todos los regalos para Dios.
Que nuestra madre la virgen nos ayude en este tiempo de adviento para que podamos vernos también nosotros entre sus brazos junto a ese niño envuelto en pañales que viene a nacer en un establo de Belén.
Buenos Aires (Luján), sábado 25 de noviembre de 2022.
Diácono Diego Ocampo
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