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“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.” Santa Madre Teresa de Calcuta, conocida por todos de esa manera, fue reflejo del Buen Samaritano que deja de lado su camino, para cuidar y rescatar al moribundo, al que se encuentra desamparado, medio perdido.
“Una generosa dispensadora de la misericordia divina” así la describió Papa Francisco el día de su canonización. Una mujer que vivió la santidad, es decir, la búsqueda de la voluntad de Dios desde muy joven y decidió dejar las comodidades y seguridades mundanas para ser presencia de un Dios de amor en las periferias geográficas y existenciales. Donde la pobreza, donde el sufrimiento, donde el dolor, la enfermedad y la muerte cubrían todo de tinieblas, esta “Madre” de físico pequeño, pero con un gran corazón llevaba la luz de aquel que la llamo y le dijo “Ven, se mi luz” en el momento de mayor oscuridad.
“Madre Teresa” es un modelo de santidad para todos hoy, una mujer que lucho incansablemente por la paz, pero también por la vida humana, tanto la no nacida como la apartada, la abandonada. Madre Teresa fue la voz ante los poderosos de los niños por nacer, de los pobres, de los enfermos, de los moribundos, reconociendo en todos su dignidad de hijos de Dios.
“Misionera de la Caridad”, Madre Teresa buscaba, según expreso en una carta a una joven que deseaba unirse a la congregación que había fundado, “saciar la sed de Jesús en la Cruz de amor a las almas trabajando por la salvación y la santificación de los pobres en los barrios miserables.”
Pidamos hoy a Dios, por medio de la Santa Madre Teresa de Calcuta que a través de nuestra caridad puesta en obra, siempre con una sonrisa a pesar de las dificultades, podamos ser imagen de un Dios que es esperanza y ternura.
A 25 años de su Pascua damos gracias a nuestra Madre, la Virgen de Luján, por sus inspiraciones de fe y don de solidaridad.