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Primer Domingo de Cuaresma

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Si hay algo que muchas veces nos frustra y desconcierta es cuando a pesar de tener a Dios presente en mis cosas de cada día pareciera que todo me sale mal. Vivo metido en un ruido permanente que no me deja pensar y me siento arrastrado o atrapado en una vida que no parece ser la mía. Entramos como en una espiral de cosas malas que van de mal en peor y llega un punto en el que no sabemos qué hacer.

Esto nos lleva a pensar que Dios nos prueba, nos pone desafíos para ver si podemos superarlos como si jugara con nosotros y nuestra frustración entonces se traduce en desconfianza, duda, temor y hasta a veces pérdida de fe en aquel que más nos ama.

El Evangelio de hoy está cargado de sabiduría y nos habla mucho de esto que nos pasa.

Apenas bautizado por Juan en el Jordán, Jesús emprende un camino al desierto y el texto nos dice que fue llevado allí para que “el diablo lo pusiera a prueba”. Prestemos atención cuidadosa a las palabras, dice a prueba por el diablo, no por Dios, no sometido a prueba por su padre.

Hacernos una idea equivocada de Dios es justamente uno de los grandes triunfos del mal. Dios NO te prueba, Dios NO juega con tu vida, Dios TE AMA como un PADRE y como tal lo que más desea para vos en tu vida es que seas FELIZ. Es por eso que buscamos hacer su voluntad, es por eso que deseamos sea El quien guie nuestros pasos cada día, Él es nuestro camino, nuestra verdad, nuestra vida.

La influencia del mal en el mundo es evidente, una y otra vez la humanidad se ha dejado arrastrar por este espíritu del mal que nos apremia todo el tiempo, y como una sombra indeseable, busca cada oportunidad para “tentarnos” a equivocar el camino, a dejarnos arrastrar por nuestro individualismo que solo nos conduce a la soledad y la muerte y lamentablemente muchas veces caemos en estas tentaciones y nos acostumbramos, como dice el Papa Francisco, a una cultura de la muerte.

En la búsqueda del bien, en la búsqueda de conocer la voluntad de Dios en nuestra vida, siempre nos vamos a encontrar con el mal tratando de que equivoquemos el rumbo, de que erremos al blanco de hacer la voluntad de Dios, de que elijamos lo menos bueno para nosotros y para quienes amamos. Es indudable que para hacer el bien no basta con solo nuestras fuerzas, necesitamos del amor de Dios.

Muchas veces es necesario parar la pelota, hacer silencio y escuchar solo lo que es verdadero, lo que me construye pero que seguramente también lo exige todo de mí.

¿Cómo escapar entonces a la influencia del mal, como escapar de lo que la Biblia denomina como “la red del cazador”? Al igual que Jesús, como nos cuenta el evangelio de hoy, es en la búsqueda de Dios en su Palabra que encontraremos la salida, Palabra a la que tres veces recurre Jesús para desenmascarar al tentador.

Encontrarse con Dios, entrar en común-unión con Él se llama ORACION y que lindo si es con la Palabra de Dios con quien buscamos su encuentro. Seguro ya lo escuchamos mil veces esto de rezar y quizás lo escuchemos otras mil más, porque Dios no se cansa de invitarnos a ella. Quizás todavía no encontramos nuestro modo de hacerlo y por eso nos cuesta encontrarle el gustito. No somos iguales con todos los que forman parte de nuestra vida, con cada uno tenemos un lenguaje distinto una forma distinta de entendernos. ¿Porque entonces debería ser distinto con Dios? No existen fórmulas o recetas fijas para esto. La oración es una búsqueda que puede llevarnos una vida, pero que es apasionante hacerla.

Buscar el encuentro con Dios, buscar el silencio en medio de este mundo ruidoso para encontrarnos con su palabra en la Biblia, buscarlo en nuestros desiertos de cada día es lo que aparta al mal que nos persigue. Solo de esta forma podremos ir descubriendo a lo largo de toda nuestra vida el verdadero rostro de Jesús y quizás al final del camino podamos ver que siempre estuvo mucho mas cerca de lo que podíamos ver.

El evangelio hoy nos invita a “convertirnos y creer en la buena noticia” lo mismo que escuchamos cuando nos impusieron las cenizas el miércoles pasado. Este camino de cuaresma que hoy comienza es un llamado a la búsqueda de respuestas en nuestro interior, no en el ruido del afuera, sino en los desiertos de adentro. El ayuno, el renunciar a algo que damos por nuestro, sentir que algo nos falta por voluntad propia, algo que estamos dispuestos a ofrecer a Dios que puede ver el esfuerzo que hacemos, es el mejor camino para esa búsqueda interior que iniciamos en esta cuaresma.

Este convertirse y creer en a buena noticia de Jesús no es instantáneo y es por eso que necesitamos un tiempo, un tiempo para dejarnos encontrar por Dios. Un tiempo para descubrirnos y descubrir a los que nos rodean, nuestras necesidades y dolores y las necesidades y dolores de otros, nuestra fragilidad en medio de su fragilidad. Reconocer la fragilidad humana va a despertar el deseo del bien por el otro, de querer hacer el bien a otros, el deseo de amarlos y ayudarlos en lo que pueda. La limosna entendida como la mano tendida al que me necesita, será la llave para acercarme a la fragilidad del otro en el espejo de la mía propia.

Se trata de 40 días que deben ser muy juntos con el Señor Jesús, muy con El en todo; al igual que Jesús los tuvo con su padre, nuestro padre, esos 40 días que estuvo en el desierto.

Este es un camino hermoso para redescubrirnos tal y como somos, tal y como nos quiere el buen Dios. Todo eso que nos pesa, que no nos deja avanzar, todas esas “culpas” o dolores viejos tenemos que dejarlos a sus pies, a los pies de Jesús en el sacramento de la reconciliación. Un camino de conversión verdadera será siempre a su vez un camino de reconciliación.

Jesús conoce nuestras debilidades, conoce nuestra humanidad que sufre, abramos los ojos y creamos en la buena noticia de Jesús vivo y presente en medio de nuestra vida toda vez que lo buscamos, toda vez que buscamos el encuentro con El en nuestra oración confiada.

Te propongo la siguiente oración para este tiempo tan especial del año:

Cuando parece que todo se hace más difícil ya no quiero confiar solo en mis fuerzas o en las promesas vacías del mundo.

Yo soy tuyo Señor y sé que entre tus manos me encuentro seguro, en este tiempo déjame acompañarte al desierto mi Señor para que junto a ti pueda descubrirme libre del mal y de la muerte.

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Buenos Aires (Luján), domingo 26 de febrero de 2023. Primer Domingo de Cuaresma.

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Diác. Diego Ocampo

Santuario de Luján

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